El arte de curar. Este es el gran motivo del médico desde siempre. Gracias al desarrollo científico que hemos visto en las últimas décadas, el arsenal terapéutico con el que contamos los médicos se ha incrementado de manera que en el pasado habría sido inimaginable, pero aún más, la intención de una medicina basada en el conocimiento científico se ha hecho una realidad. Sin embargo, la explosión del conocimiento y su rápida integración a la práctica médica dificulta a la memoria mantenerse al día, por lo que es necesario desarrollar sistemas que nos permitan tener un panorama general y al mismo tiempo sean útiles para orientar nuestra indagación más profunda en campos cada vez más especializados. Tal es el objetivo que cumple este Manual, mismo que se orienta a la utilización de los fármacos con la mirada del médico, sin obviar el objeto de conocimiento del farmacólogo. Esta característica es la que lo hace particularmente útil a los estudiantes del área de la salud, pues les brinda una visión general del uso científico de los fármacos y les brinda el estímulo que requieren para ahondar en los fundamentos del conocimiento farmacológico. Agradezco la invitación que me hiciera el Dr. Pierre Mitchel Aristil para prologar su Manual, mismo que ha recibido una amplia aceptación entre los estudiantes de medicina, odontología y enfermería, lo cual ha dado pie a esta revisión y actualización en esta quinta edición. Este texto se convierte en una herramienta útil de fácil acceso a los estudiosos y que, sin duda, favorece la labor del profesor, quien al incorporarlo a su práctica puede focalizar su tarea de desarrollar en sus alumnos la curiosidad científica y una apreciación justa de la bondad de los fármacos cuando son utilizados de manera responsable. Al mismo tiempo, les ofrece la oportunidad de conocer las interacciones benéficas o peligrosas que se pueden desencadenar ante el uso empírico o el desconocimiento sistémico de su acción. Es un texto ágil y de fácil lectura, con la profundidad suficiente para permitir al lector establecer relaciones con la información de otras áreas del conocimiento que integran la ciencia básica con la práctica clínica, es un buen ejemplo de programa integrador. La competencia curativa del médico es, sin duda, más compleja que el uso adecuado y oportuno de los fármacos, pero éstos son su mejor aliado. Espero que el lector encuentre la información sufi ciente y útil para orientarle en su formación profesional. Dr. Octavio Castillo y López
Presidente del Consejo Mexicano para la
Acreditación de la Educación Médica |